Del Pucará de Tilcara a la magia que encierran Maimará y la colorida Purmamarca. Costumbres milenarias, paseos y exquisitos sabores en la cautivante tierra del Carnaval y la Pachamama.
La tierra rojiza del camino, áspera al tocarla, es el primer indicio de
que todo aquí estará lleno de color, de tonalidades cargadas, fuertes.
Las montañas y cerros, de cientos de miles de años, exhiben con
ostentación capas bien definidas de diversos tonos de rojos, púrpuras,
ocres y marrones. El recorrido por los pequeños pueblos de la Quebrada de Humahuaca,
en la provincia de Jujuy , propone conectarse con la naturaleza, con
los orígenes, con la Pachamama y disfrutar de paisajes maravillosos,
propios de la región del Noroeste argentino.
A 39 kilómetros de San Salvador de Jujuy comienza la Quebrada de Humahuaca,
un valle andino de 155 kilómetros de extensión, cavado por el río
Grande, que presenta sierras, montañas y cerros multicolores. Cuna de la
cultura omaguaca , la Quebrada aloja pueblitos minúsculos en tamaño
pero inmensos en belleza natural, que conservan las tradiciones
ancestrales, creencias religiosas, ritos, fiestas y música que forman
parte de la región desde hace más de 10.000 años. Caminar por los
rinconcitos de cada lugar y descubrir la amabilidad característica de
sus habitantes es realmente grato, por lo que las vacaciones aquí son
siempre reconfortantes.
El eje del recorrido es la ruta nacional 9, que se abre camino entre
los cerros, a 2.000 y 4.000 metros de altura sobre el nivel del mar.
Para moverse de un pueblo a otro hay micros que conectan cada lugar;
conviene averiguar los horarios de salida con antelación para poder
planificar mejor el viaje. Otra opción es alquilar un auto y manejar por
las rutas que serpentean entre los paisajes cautivantes.
El tiempo ideal para pasar en la Quebrada de Humahuaca
es de entre cinco días y una semana, aunque según la cantidad de
lugares que se quieran recorrer, la duración de la estadía variará.
Claro que, entre todos los pueblos, existen dos que son visitas
obligadas: Purmamarca y Tilcara.
Purmamarca ,
el pueblo más reconocido en las postales, es la vedette de los destinos
de la Quebrada, con el Cerro de los Siete Colores y su maravillosa
combinación de tonalidades producidas por los diversos minerales que
conforman la montaña. Caminar por sus callecitas y observar las casas
que combinan el estilo colonial con el adobe y los techos de cardón, las
puertas angostas y la arboleda, siempre con el colorido cerro de fondo,
es realmente encantador.
Es fácil tener un buen sentido de la orientación aquí y saber para qué
lado caminar, dado que el trazado urbano, típico de los pueblos
antiguos, gira en torno a la iglesia principal, Santa Rosa de Lima.
Sucede que Purmamarca
es una antigua población de aborígenes que data del siglo XVII, tal
como lo revela el dintel de la puerta de la catedral, donde puede leerse
el año 1648. En el interior se encuentran objetos y pinturas realizadas
por los indígenas.
Alrededor de la plaza se congrega una feria que vende todo tipo de
artesanías. Muy cerca de aquí parte uno de los circuitos más conocidos:
el “camino de los colorados”, que puede hacerse a pie, a caballo o en
bicicleta. El paseo se extiende a lo largo de 3 kilómetros y recorre
parte del afluente del río Purmamarca,
desde donde se observan figuras talladas en las laderas de las
montañas. A los pocos minutos de caminata comienza a sentirse algo de
calor pero contrariamente a la idea que se tiene sobre el clima de la
zona, las temperaturas, si bien son cálidas, también son secas, y eso
hace que sean más agradables de lo que se suele pensar.
Al atardecer, por la gran amplitud térmica que caracteriza a la región,
refresca y es bueno tener a mano un abrigo. Entonces, nada mejor que
resguardarse y probar alguno de los exquisitos platos típicos:
empanadas, humitas, tamales, carbonadas y locros.
Ubicada al norte de Purmamarca, Tilcara
es conocida como la “capital arqueológica del Noroeste argentino”. Se
caracteriza por sus edificaciones bajas de adobe y las calles de tierra
bien empinadas, rodeadas de un paisaje quebradeño en el que se mezclan
los colores rojizos con los amarronados y donde resaltan los simpáticos
cactos. Como Tilcara
se encuentra prácticamente en medio de la Quebrada, también es un buen
lugar para hacer base y recorrer las poblaciones aledañas.
Aquí se puede visitar el Museo del Instituto Interdisciplinario de Tilcara, considerado como uno de los más importantes en el estudio de los pueblos originarios del Norte argentino.
Otro de los paseos que vale la pena hacer es la visita a la Garganta
del Diablo, una unión de dos ríos que produce una zanja pronunciada y
una cascada de 14 metros de altura. Otra opción interesante para los más
activos es sumar cabalgatas, mountain bike, excursiones en 4x4 al cerro
Morado y sandboard.
A sólo un kilómetro se encuentra el Pucará de Tilcara , donde conviene
llegar a pie. Al caminar y ascender se percibe alguna dificultad para
respirar, dada la altura de más de 2.400 metros sobre el nivel del mar,
por lo que conviene ir a paso lento y, eventualmente, mascar hojas de
coca, para evitar los mareos del apunamiento.
El Pucará es una fortaleza edificada hace más de mil años, que aún
conserva 60 construcciones realizadas piedra sobre piedra, las cuales se
pueden visitar incluso por dentro. Desde aquí los aborígenes
custodiaban la Quebrada, ya que obtenían una visibilidad de muchísimos
kilómetros. Hoy es el lugar perfecto para tomar fotos de un paisaje
infinito.
Si el recorrido se realiza en orden, Humahuaca
será la última parada. En febrero, el pueblo más habitado del valle
festeja el carnaval más importante del país, con charangos, bombos,
erkes (flautas grandes) y máscaras que le dan aún más color a sus
callecitas estrechas y adoquinadas. Hay que visitar La iglesia de la
Candelaria y prestar atención a los cuadros de la escuela cusqueña.
Enfrente, a pocos pasos, se encuentra el Cabildo, que guarda un secreto:
a las 12 en punto del mediodía una imagen articulada en tamaño natural
de San Francisco Solano sale del reloj para bendecir a los presentes.
¡Es impresionante observar la cantidad de gente que se congrega para
presenciar este momento! Luego, lo ideal es visitar la plaza central,
desde donde parten unas escaleras que conducen al monumento a la
Independencia, construido en 1950.
Otro de los pueblos mágicos que habría que sumar hacia el final del recorrido es Maimará
, ubicado a los pies del cerro “La paleta del pintor”, llamado así por
la clara referencia a la forma de este utensilio y, claro, por sus
maravillosos colores.
De regreso, y si se cuenta con más días, por qué no visitar también la población más cercana a San Salvador de Jujuy, Volcán , con la bellísima Laguna de Gronda y sus antiguos edificios ferroviarios. Una hermosa pintura del tiempo detenido.
Fuente: Clarín Viajes
No hay comentarios:
Publicar un comentario