La ciudad y sus bellos edificios. Sabores serranos, paseos y una de las más importantes colecciones del escritor.
Sus bellos paisajes y su historia se extienden en la pampa húmeda, en el centro de la provincia de Buenos Aires. Sobre Azul, Jorge Luis Borges escribía: “Diviso tu anchura que ahonda las afueras, yo me estoy desangrando en tus ponientes”.
La ciudad muestra al viajero esa imagen de casas bajas, patios,
ponientes y campos fértiles. Y se está convirtiendo en un destino
cultural gracias al prestigioso Festival Cervantino, cuya cuarta edición
se celebró en 2010.
Para un completo recorrido, lo mejor es empezar por el pequeño centro
histórico. La plaza San Martín , obra del arquitecto italiano Francisco
Salamone, se caracteriza por las líneas rectas y el zigzagueante
baldosado. “No podés salir a correr porque te mareás”, repiten los
azuleños con picardía. Todos los bancos, las columnas y el monumento a
San Martín tienen una simetría algo fría y despojada.
Enfrente de la plaza llaman la atención el Teatro Español y la iglesia
Catedral Nuestra Señora del Rosario. La tradicional sala teatral fue
construida entre 1894 y 1897 con estilo neoclásico, y restaurada en
1996. Los pobladores cuentan con orgullo el paso de Carlos Gardel por
este escenario, en 1910 y 1930.
Azul cuenta
con dos personajes medulares, destacados por diferentes motivos. Uno es
Salamone, quien –además de la plaza– diseñó el Cementerio Unico, el ex
Matadero –uno de los varios edificios art decó que levantó en la provincia de Buenos aires–
y la portada del Parque Municipal Sarmiento. En todas sus obras se ve
su impronta monumental, con grandes elementos decorativos.
El cementerio está coronado por un cuerpo central de 22 metros de
altura, y lleva la inscripción “RIP”, en placas de mármol color negro,
junto con la escultura del Angel Vengador. El parque, en tanto, es un
plano simétrico de dos torres de 35 metros.
El otro personaje es el abogado Bartolomé Ronco, coleccionista y
director de la Biblioteca Popular hasta su muerte, en 1952. La Casa
Ronco conserva una de las colecciones privadas de Cervantes más
importantes de América. Vale la pena caminar por esa vivienda, con
bibliotecas de madera que construyó Ronco, y echar un vistazo a algunas
de las más de 300 versiones de El Quijote y otras valiosas piezas
literarias. A partir de esa colección, en 2007 Azul
fue nombrada “Ciudad Cervantina de la Argentina” por la UNESCO. En
noviembre se realiza el Festival Cervantino, con espectáculos, cursos,
talleres y otras actividades participativas.
Las sierras que rodean la ciudad forman parte del Sistema de Tandilia. A
40 km, en Boca de las Sierras, habrá un refugio con senderos para
caminatas y alojamientos para los visitantes. En el cercano pueblo Pablo
Acosta sólo quedan algunas casas y un gastado cartel que recuerda el
paso del tren. Si llega hasta ahí algo cansado y con apetito, se
recomienda una picada o un guiso casero en la pulpería El Viejo Almacén.
El dueño y su hijo siempre tienen tiempo para una charla o un consejo.
Otra opción de exquisita comida es Abuela Dime.
El final del viaje, como quien busca el remanso, puede ser el
Monasterio Trapense Nuestra Señora de los Angeles, construido en estilo
medieval en 1958. Si va por unas horas, puede caminar y disfrutar del
amplio parque o de sus productos caseros. También se ofrece alojamiento
para compartir el ambiente religioso. Y, al menos por un rato, imitar el
silencio de los monjes, con los ojos llenos de verde y aire puro.
Fuente: Clarín Viajes
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