Trekking, tirolesa y rappel son algunas De las propuestas para
disfrutar de las sierras. Además, los circuitos clásicos y La buena
mesa.
Tranquilidad, sierras, exquisitos sabores regionales, recreación y
aventura para toda la familia y más servicios es la fórmula de Tandil
. Salidas en bicicleta, caminatas por arboledas llenas de pájaros,
cabalgatas, ra- ppel, tirolesa y paseos por el casco histórico, son
sugerencias para los que buscan entretenimiento y contacto con la
naturaleza.
La primera postal de la ciudad la ofrece el Dique del Fuerte. La laguna
artificial es ideal para los deportes náuticos –como canotaje y vela– y
la pesca. Alrededor de su parque se reúnen vecinos, visitantes y los
enamorados que desfilan ida y vuelta por el alto sendero que bordea el
espejo de agua. Uno de los principales destinos en Semana Santa, Tandil cuenta con el Camino de la Fe.
Las canteras atesoran el granito que fue extraído para adoquinar
numerosas calles porteñas y de varias provincias. Los cerros surgieron
de montañas, que originalmente tenían alrededor de 8 mil metros de
altura y hace millones de años estaban tapadas por el océano. La
mundialmente famosa mole de granito La Movediza, que pesaba 300
toneladas, se mantuvo en equilibrio al borde del cerro hasta caer en
1912. En 2007 fue creado el Parque Lítico en el mismo cerro, con una
réplica de la mole original de granito.
Es un lujo amanecer en la hostería La Cascada, adonde llegan el viento
serrano y el sonido de la cascada cercana. En medio de una tranquilidad
absoluta, llegan los guías de Kumbre, que proponen visitar el cerro
Granito y practicar rappel y tirolesa. Equipados con correas, cuerdas y
arneses, el desafío es bajar una pared alta vertical y hacer una
tirolesa de 200 metros, que une el valle con la parte donde la barda
comienza a crecer, sorteando un arroyo. “La idea es alcanzar un sendero y
largar otra tirolesa de regreso: 400 m ida y vuelta en el aire”,
explica el guía Carlos Centineo.
Cerca de allí, la propuesta del cerro Centinela contempla menúes
diversos, productos regionales propios, caminatas nocturnas por el
bosque, cabalgatas entre árboles frutales, paintball, toboganes de agua y
una aerosilla que recorre 630 m sobre un pinar.
Sobre las rocas graníticas del Valle del Picapedrero se percibe la
actividad minera de épocas lejanas, a fuerza de pico y explosivos. El
área está protegida y se puede acampar y recorrer con guía.
Son muy reconocidos los quesos y chacinados tandilenses, que compiten
en calidad con los dulces de zarzamora y otras frutas autóctonas. En La
pulpería hay más sabores típicos para no pasar por alto, como la
provoleta, la tabla de fiambres y el asado criollo. Otras delicias son
las cazuelas y los chacinados del restó-bar Vieja Cantera, al pie del
Monte Calvario. El almacén, restaurante y casa histórica Epoca de
Quesos, reliquia de 1860, invitan a degustar los mejores quesos con y
sin condimentos y rellenos, fiambres, embutidos, panes de campo.
Finalmente, una caminata por el centro lleva a los museos –como el
Ferroviario, que abre los viernes y sábados a la tarde– y el Mercado
Artesanal, con magistrales trabajos a precios accesibles.
Fuente: Clarín Turismo
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