La arquitectura, los parques y una colección de "Don Quijote" son las claves para un paseo por esta ciudad.
Repletos de leyendas, los comienzos de Azul se remontan a los años anteriores a la "Conquista del desierto". Aquellos eran tiempos de malones, fortines y precarias empalizadas para proteger la frontera.
En esta ciudad fundada en 1832 se confunden los fantasmas de los últimos caciques con el recuerdo de los primeros pasos del progreso de fines del siglo XIX, representado en viejos caserones que caracterizan el perfil urbanístico y a los que el paso del tiempo transformó en patrimonio arquitectónico de la zona.
Azul amerita una visita de dos o tres días. Su aire de pueblo, sus calles arboladas y el acervo histórico y cultural de muchos rincones operan como un imán inequívoco para los visitantes, que suelen encontrar en esta ciudad mucho más de lo que llegan a buscar. La plaza central General San Martín constituye un excelente punto de partida. Diseñada por el arquitecto Francisco Salamone, es el corazón del casco histórico y está rodeada de edificios convertidos en emblemas de la ciudad, como la Municipalidad, el Gran Hotel Azul, la imponente catedral Nuestra Señora del Rosario y el neoclásico teatro Español, inaugurado en 1897. Cerca de la plaza y completando el área del casco antiguo, se agrupan unas cuarenta construcciones de fines de siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX, en su mayoría eclécticas italianizantes, francesas y neotudor. Caminar por toda esta zona y perderse sin apuros por las calles que son el núcleo del antiguo tejido urbano, es un placer para cualquier visitante.
Ranqueles y conquistadores
Hacia el este, la ciudad encuentra sus fronteras en el arroyo Azul, que fue el límite natural entre el poblado fundado por orden de Rosas y las tierras de los indios ranqueles. Cacique Catriel, el nombre de la costanera que sigue el zigzagueante curso del arroyo, refiere al líder de los ranqueles durante la época de la fundación de Azul y cuyos descendientes gobernaron hasta finales del siglo XIX. Una plazoleta, ubicada en la zona cercana al pequeño lago Güemes, también homenajea a los pueblos originarios.
Descendiendo por la ribera hacia el sur, el arroyo se encuentra con los bucólicos paisajes verdes del Parque Municipal Sarmiento, cuyo monumental pórtico de entrada es otra de las obras del arquitecto Francisco Salamone. Nacido en Italia, Salamone es un verdadero mito en el centro de la provincia de Buenos Aires, ya que en apenas cuatro años, entre 1936 y 1940, construyó más de sesenta edificios en veinticinco municipios de la zona, en un muy particular estilo art decó. Además del pórtico del Parque Sarmiento y la plaza San Martín, Azul cuenta con otras obras de gran valor realizadas por Salamone, entre las que se destacan especialmente la imponente entrada al cementerio de la ciudad y el edificio del Matadero Municipal. En medio del espíritu de tradiciones que caracteriza a Azul y alrededores, estos edificios parecen sacados de un relato de ciencia ficción.
Tras el Parque Sarmiento, el arroyo se hace más ancho. Es la zona del Balneario Municipal, donde cientos de familias aprovechan las arenas de la costa para refrescarse. Más hacia el sur, el arroyo empieza a perderse, ya casi paralelo a la ruta 3, que lleva a Bahía Blanca al amparo de la sierra de Azul, al oeste. En medio de la pampa desmedida, allí donde reina el ombú, Azul va desapareciendo entre casas aisladas y estancias cercanas. En el horizonte, perdido en la memoria incierta, un cacique parece seguir montando guardia.
En 2007, Azul fue declarada Ciudad Cervantina de la Argentina. La distinción, otorgada por el Centro UNESCO de Castilla-La Mancha (España), puso de relieve el valor cultural de la colección de ejemplares de "Don Quijote" donada por Bartolomé Ronco, un abogado porteño que ejerció su profesión en Azul. La colección, exhibida en la antigua casa de Ronco -ya fallecido-, cuenta con varias ediciones de la obra cumbre de Miguel de Cervantes, publicadas en Europa entre los siglos XVII y XVIII y un libro editado en París que perteneciera a la biblioteca privada de la reina María Cristina de Borbón, esposa de Fernando VII.
Fuente: Clarín Turismo
http://www.clarin.com/suplementos/viajes/2010/03/28/v-02168635.htm
No hay comentarios:
Publicar un comentario