Una grata caminata costera por los principales atractivos de Mar del Plata, desde la Bristol hasta Playa Grande y el Puerto.
Norma Blanco. Empleada administrativa. Vive en Barrio Norte (ciudad de Bs. As.) y viajó en marzo de 2009.
Los viajes más lindos son los que se pueden contar con las palabras de la emoción. Y a mí la costa de Mar del Plata me lleva a soñar. Viajo seguido allí y siempre descubro diferentes paisajes. Arranco mis paseos bien temprano -cuando el sol asoma en el mar rodeando sigilosamente los lobos marinos de piedra de la Rambla-, me acerco al agua aunque eludo las olas y llego a la bahía rocosa de Punta Piedras, donde reposa la construcción de estilo medieval El Torreón del Monje.
Para alcanzar la bahía Varese, recorro los acantilados, lugares de privilegio para admirar las piruetas de los surfistas. La inmensidad del mar me relaja y excita al mismo tiempo, me hace pensar cuántos lugares desconocidos para mí oculta en la otra orilla. Y llego a cabo Corrientes, con sus riscos ondulados. Allí retomo el camino costero y almuerzo en un barcito con vista al mar.
La segunda parte de mi caminata transcurre sobre los escalones y miradores que recorren las playas Chica y Grande. Una vez que diviso la Escollera Norte, aspiro profundamente el aire salado, todo un estímulo antes del último tramo hasta el puerto, lleno de coloridas barcazas de pescadores, lobos marinos auténticos y restaurantes que sirven exquisitos platos de pescados y mariscos.
Fuente:
http://www.clarin.com/suplementos/viajes/2009/08/16/v-01979213.htm
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