Una estación reciclada como restaurante y un boliche típico... que no se parece a ningún otro
Los 137 kilómetros de ruta ayudan a desprenderse de Buenos Aires, seguro. Pero los últimos 11 por tierra realmente terminan de transportar a un universo paralelo. Y entonces, sí, uno está listo para la experiencia Gouin.
Por un lado, Gouin es sólo uno más entre docenas de pequeños pueblos bonaerenses con estaciones de tren inactivas o... muertas. Pero por otro, no hay pueblo que se parezca a Gouin.
Quizá porque está a la distancia justa de Buenos Aires como para que la ciudad realmente quede atrás, lejos. Quizá por el mencionado camino de tierra, que lo aísla casi preventivamente del progreso, sea bien o mal entendido.
Ahora, lo que claramente puso a Gouin en el mapa turístico fue un emprendimiento personal. Hace once años, el matrimonio de Rochi Aguilar y Santiago Manion decidió instalarse en el pueblo y probar suerte abriendo un restaurante en su centenaria y entonces inutilizada estación de la Compañía General de Ferrocarriles de la provincia de Buenos Aires. De capitales francoargentinos, este tren unió Pompeya con Rosario hasta los años 80. La suspensión del servicio, como se ha dicho incontables veces sobre incontables pueblos, puso a Gouin en pausa por bastante tiempo.
Hoy, el restaurante que ocupa las salas de aquella estación en ruinas es la principal excusa por la que los turistas llegan cada fin de semana hasta el pueblo. Entre el viejo reloj de péndulo, el telégrafo, la caja fuerte y otros equipos ferroviarios franceses se sirven pastas y, si se avisa antes por teléfono, parrilla. El gasto por cubierto parte en 45 pesos con bebida y postre. Se puede comer adentro de las salas o, mejor todavía, en el mismo andén.
Desde la estación, si se camina hacia el microcentro del pueblo se pasa primero por el Club Sportivo Gouin, una pequeña sede social, una cancha de fútbol y, lo más interesante, las ruinas de una cancha de paleta que, dicen, estuvo entre las mejores de la provincia.
Continuando, ya en plena City, está el almacén de ramos generales de los hermanos Colera. El lugar lo abrió el abuelo Colera en 1915 y, según dicen, no ha cambiado mucho desde entonces, igual que el resto de las cosas que hay en Gouin. Como apuntan los parroquianos, que en un rincón tienen un mostrador y unas sillas para tomarse unas copas, éste es el shopping del pueblo, donde se venden desde alpargatas hasta mortadela.
Frente a lo de los hermanos Colera está el bar Don Tomás, otra casa centenaria donde funcionó antes la escuela y una peluquería. La ambientación del boliche no se podría lograr ni con un presupuesto de un millón de dólares de la dirección de arte de James Cameron. Pósters del Gauchito Gil, viejos vinilos, botellas cubiertas de polvo, una mesa de pool con más noches que la luna de Gouin... El salón es sencillamente perfecto para las veladas de guitarras y truco que se arman periódicamente.
Uno de los infaltables animadores de estas noches de boliche es Juan Dalton, una celebridad en el pueblo. Alto, muy rubio y peinado a la gomina, pañuelo al cuello y un escarbadientes y un Benson & Hedges en la boca, al mismo tiempo, Dalton parece John Wayne. En serio. Si el hombre pasara caminando por la calle Florida, más de un cazaturistas se le acercaría hablando en inglés. Pero es criollo como el pastelito. Lo que pasa es que sus cuatro abuelos fueron irlandeses. Ni en Dublín deben quedar Irishmen así.
Dalton, el gaucho que podría haber sido actor de cine o cowboy, invita a tomar una copa a lo de los Colera, pero pide un minuto antes para ponerse una camisa. "¿Vos estás apurado?", le pregunta a Pocho Cardone, su vecino, de pelo y barba bien blancos, bombacha y alpargatas reglamentarias. La pregunta es mera cortesía. ¿Qué posibilidades hay de que en los últimos cincuenta años nadie haya estado nunca apurado en Gouin?
Cardone, Dalton y otros se acomodan en un rincón del shopping de los amistosos Colera para culminar una tarde soleada sin calor. Más Benson & Hedges, alguna cerveza, un Gancia con soda y limón, acompañan la tertulia sobre la agenda del pueblo: el mejoramiento del camino de entrada, que algunos ansían y otros resisten; los viejos y buenos tiempos en que el tren pasaba por ahí; la Fiesta del Pastelito, que también hizo mucho para devolver a Gouin al mapa, y, claro que sí, también los grandes temas del país, como la fortuna de Ricardo Fort ("¡Ese tiene más plata que Tinelli!", apunta uno. "¿Quién es Tinelli?", pregunta otro).
Típico de estas casonas de pueblo, el almacén se mantiene fresco gracias a sus techos bien altos y la falta de ventanas. El sol, sin embargo, entra por las puertas de madera con vidrio y produce una iluminación tenue y muy particular, como difusa, que en el transcurso de la tarde va barriendo el mostrador de una punta a otra.
Entre charlas y silencios bien repartidos empieza a oscurecer y llega la hora de volver al mundanal ruido. Pero es imposible, después de la experiencia Gouin, apurar el paso hasta el auto. Al contrario, es como que los pies pesan más que antes y los once kilómetros de vuelta a la ruta 7 también tienen un ritmo ralentado bajo el cielo naranja.
En la ruta 7 espera una cola de camiones a 60 km/h, la radio, un agua mineral, estaciones de servicio abandonadas... Dos horas de viaje solitario para pensar tranquilo, para que, como escribió Raúl González Tuñón, "un paisaje o una emoción o una contrariedad nos reconcilien con la vida pequeña y su muerte pequeña", y para imaginar un pronto regreso a Gouin.
Datos útiles
Cómo llegar
* De Buenos Aires, por Acceso Oeste y ruta 7 hasta el km 137,8. Allí hay que doblar a la izquierda por un camino de tierra en buen estado, 11 km hasta el pueblo.
Dónde comer
* El restaurante La Estación abre viernes por la noche, sábado mediodía y noche, y domingo al mediodía. Especialidad en pastas; 02273-15417148.
Dónde dormir
* La oferta de alojamiento de Gouin se reduce a las dos cabañas de El Quimey. Aunque austeras, cuentan con agua caliente, TV satelital, jardín propio y una pequeña pileta. La de un ambiente cuesta 60 pesos por día, por persona. La de dos ambientes, 70 (consultar tarifas para menores); 02325-1551 3030.
Fiesta del pastelito
* Cada año, los primeros días de diciembre, se hace en el pueblo un campeonato de cocina de pastelitos.
Más información
* Dirección de Cultura y Turismo de Carmen de Areco; 02273-442570.
Fuente: La Nación Turismo
http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1242818
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