Ushuaia, ese paraíso al sur del Sur

Los escenarios más australes del país, en una visita al Parque Nacional Tierra del Fuego, Tolhuin y el Canal de Beagle.

Repleta de ingredientes exquisitos, Ushuaia es un plato que comienza a macerar con la planificación del viaje. Más tarde, el avión mostrará aquello que los sentidos se encargarán de degustar: múltiples islas, el agua azul del Canal de Beagle, montañas blanquísimas, bosques, lagos, animales silvestres y una ciudad llena de color.

Caminar entre ese paisaje, navegarlo o esquiarlo, pondrá sonido a esta película y fusionará colores, aromas y sabores. Con el "Fin del Mundo", al igual que ante la buena mesa, que por estas latitudes abunda, corresponde saborearlo con la misma dedicación que a un menú servido en varios pasos.

Una herradura hecha por montañas blanquísimas bordea la bahía y se extiende más allá de ella. Entre ambas, la ciudad se expande con forma de medialuna. La lengua transparente de las aguas del Canal de Beagle, adornada de barcos, penetra en la ensenada. Alrededor, las montañas embrujan al viajero, que no podrá dejar de mirarlas. Será porque no tienen nada en común con otras antes vistas, o porque están tan cerca que parece posible tocarlas. Muy diferentes entre sí, cada una lucha por destacarse, y si de belleza se trata, el Monte Olivia sube al trono.

A su lado, el Cinco Hermanos ostenta sus picos y da batalla; mientras que el cerro Castor deja serpentear sus pistas de esquí ladera abajo. Y la lista es larga.

Excursión embarcada

Presentado el menú, sólo resta escoger cuál plato tomar primero. Por dónde empezar para abrir el apetito. No hay dudas: embarcarse en una excursión por el Canal de Beagle.

El primer alto en la navegación, que en total recorre 35 kilómetros, es en la isla Les Eclaireurs, allí está el faro que ilustra todas las postales ushuaienses y que -repetirán las guías hasta el cansancio- no es el del "Fin del Mundo" descripto por Julio Verne.

Enfrente, otro islote oficia de morada a los cormoranes, aves típicas de esa zona. La embarcación continuará rumbo a la Isla Bridges, donde restos arqueológicos cuentan cómo vivían los yámanas, habitantes originarios, 7000 años atrás.

Sobreadaptados a las bajas temperaturas, andaban desnudos y se alimentaban del mar. En 1800 llegó el hombre blanco y en sólo 70 años las enfermedades producto de la cultura impuesta acabaron con todos ellos.

Los puntos más altos de la isla, de fácil acceso, ofrecen paisajes increíbles. La Isla Navarino, en territorio chileno, se puede ver en todo su esplendor. Por último, la Isla Alicia muestra a sus habitantes: una colonia de lobos marinos. De regreso a la costa, el paisaje ya transitado continúa sorprendiendo.

En el Tren del Fin del Mundo

El segundo plato en esta experiencia patagónica debiera ser el Parque Nacional Tierra del Fuego, ubicado a 20 kilómetros de la ciudad. Hasta allí se llega en el Tren del Fin del Mundo -recrea el mismo recorrido que antiguamente hacían los presos-, combinándolo con un servicio de combi, en colectivo o en auto.

Para los amantes de las caminatas hay muchos senderos. Uno de los más bellos es el que va hacia Bahía La Pataia. En ese punto se ve, al final del canal, la salida al mar abierto.

La laguna Negra también vale la pena; al igual que dar un paseo alrededor del lago Roca, disfrutando del estruendo de su oleaje. Un detalle: observar "los farolitos chinos" que cuelgan de los ñires, lengas y cohiues a lo largo de todo el parque. Esta planta, que crece a expensas de las otras, aporta gran belleza con su verde intenso.

Ahora el viajero está listo para probar el tercer paso del menú: la Cárcel de Ushuaia y Presidio Militar. Su construcción comenzó en 1902 y hoy se convirtió en el Museo del Presidio -comparte espacio con el Marítimo y el Antártico.

El recorrido empieza por un pasillo en el que se suceden, a ambos lados, una interminable hilera de celdas. En cada una se reconstruyen episodios de la vida que llevaban los presos.

La figura en tamaño real del famoso asesino conocido como "El petiso orejudo", da miedo. En tanto, la del anarquista Simón Radowitzky luce lúgubre y pensativa.

La parte más escalofriante del penal es el pabellón sin reconstruir, se necesita valentía para recorrer hasta el final el interminable pasillo.

Y como postre de esta recorrida por Ushuaia, una visita a Tolhuin. A 100 kilómetros de la capital fueguina, el recorrido entre ambos puntos vale el viaje. Se llega por un camino que zigzaguea por el mismísimo centro de las montañas. El punto más impactante es el Paso Garibaldi; allí el viento puede derribar al viajero, pero ofrece la mejor vista del Lago Escondido.

Al llegar a destino, la inmensidad del Lago Fagnano se impone. Quien desee contemplarlo hasta el cansancio, nada mejor que la vista que ofrece el restaurante de la Hostería Kaiken, tan exquisita como su cocina.

Fuente: Silvina Iturralde para Clarin Turismo
http://www.clarin.com/suplementos/viajes/2009/10/11/v-02016207.htm

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