En Chile la costumbre se da con más entusiasmo en la comunidad mapuche y más bien tirando al sur, donde el frío llama a compartir un mate, que calienta las manos por fuera y además al cuerpo por dentro.
Nostalgia. En la Argentina el mate es también una suerte de recuerdo de la patria cuando se está viviendo afuera. Es más que conocido el estereotipo de los que se fueron a vivir a otro país, potenciado si se van de América latina, y allá toman mate -costumbre que más que posiblemente no tenían cuando vivían aquí-, al que le suman los alfajores que les suelen llevar los que los visitan -que posiblemente comían una vez por año cuando habitaban suelo patrio y visitaban Mar del Plata-; sumado a un nostálgico frasco de dulce de leche -que jamás compraron en un supermercado de Rosario, Córdoba o Mendoza cuando vivían allí- y regularmente lo degustaron acompañando al flan que ocasionalmente pedían de postre en un restaurante.
Lo socio-político. El mate ha tenido y tiene un contenido social indiscutible, sobre todo en las oficinas públicas, donde no pude faltar un termo a la vista de quien vaya a realizar un trámite. Y si usted accede a un cargo público, sepa que conquistará el corazón de sus subalternos, ordenanzas, etcétera, si de tanto en tanto reemplaza el té o el café, por un sobrecito de mate.
Este "muchachear" también exigía que el mate fuera de rigor en las unidades básicas o comités donde se hacía política durante largas horas.
Como cuando si hizo el servicio militar y recordará esas mañanas frías en que se calentaba con un mate cocido con leche y galleta, que jamás volvería a probar en su vida al liberarse de sus obligaciones militares.
En la historia y en la geografía. Se tiene información que el mate lo han bebido los pueblos originarios americanos desde tiempos lejanos y en lugares ídem. Así, un tal Gaspar de Coligny cuenta que allá por 1562, en la región de los Apalaches, en América del Norte, había una tribu llamada "creek" que tomaban lo que él identificó como una "bebida negra".
Y si comenzamos a bajar por la geografía americana veremos que esta infusión va a apareciendo de diversas formas en numerosos pueblos como los guaraníes; los quechuas (en cuyas sepulturas de 1000 años de antigüedad se han encontrado hojas para que utilizaran los muertos en la otra vida); los chunchos, los xietás, cainquás, los tupíes (que además de tomarla como infusión en una calabaza y filtrarla con sus dientes, la masticaban); los charrúas, que al traspasar el hábito de su consumo a los pobres uruguayos hicieron que añadieran la incómoda costumbre de circular con el termo bajo el brazo por todos lados, como también hacen nuestros compatriotas del litoral.

De la colonia para aquí. Son numerosos los grabados del siglo XVIII y XIX que muestran escenas gauchescas o ciudadanas donde el mate es parte de la escena.
Sarmiento se quejaba del sedentarismo de las mujeres patricias argentinas, que se limitaban a pasarse el día sentadas, tomando el mate que les cebaban sus mucamas.
Es más, en un viaje a Malvinas presencié un diálogo de una historiadora local con el inolvidable Comodoro Juan José "Cadete" Güiraldes, en el que lo consultaba sobre un grabado que mostraba un gaucho federal tomando no sabía que cosa en un cuerno vacuno. La dama, en su rigor histórico no reparó en que la escena correspondía a uno de los gauchos que fue con Vernet a poblar las islas antes de que llegaran los ciudadanos británicos e "invitaran" a retirarse a los argentinos que merodeaban por aquellos páramos...En fin.
Los metidos de siempre. A finales de siglo XVI y comienzos del XVII hubo un cura llamado Mariano Lorenzanos que ejerció el antiguo y deplorable rol de batidor, y le cuenta al rey Felipe III, que el mate es un vicio deplorable, a punto tal que en esta parte de las colonias se estaba consumiendo un kilogramo de yerba por día y por persona. Lo que entusiasmó al rey, porque inmediatamente le aplicó gabelas de todo tipo para allegar recursos a la corona. Y encubrió su mera intención recaudadora, con varias disposiciones complementarias que supuestamente tendían a evitar la explotación de los indios en los yerbatales.
¡Otra vez los jesuitas! Como alumno que fui del Padre Guillermo Furlong S.J., sé que los jesuitas estaban en todo por estos parajes, y es por eso que en el siglo XVII comienzan con la plantación de yerbatales, que hasta ese momento se cosechaban a partir de las plantas silvestres que crecían por todos lados en nuestro litoral. Son los yerbatales los que dan origen a las reducciones que se llamarían San Javier, San José, Concepción, Santa María la Mayor, Mártires, Apóstoles, Loreto, San Ignacio, Santa Ana, Candelaria o Corpus.
A monopolizar. El negocio era floreciente, habida cuenta que desde 1609 se dispone que la Compañía de Jesús tuviera el monopolio del cultivo de la Ilex paraguayensis , que para hacerlo más eficiente, los discípulos de San Ignacio arrasaron con todos los yerbatales que no estuvieran dentro las reducciones controladas por ellos. Lo que se dice, eran una monada para los negocios, estos santos varones...
Cambia, todo cambia. Como dice la canción, viene Carlos III y en 1767 dispone la expulsión de los jesuitas de España y sus colonias. Por estos lares se hace efectiva entre los años 1773 y 1774, lo que termina con el monopolio de este cultivo, que a ese momento contabilizan 198 mil árboles de yerba en producción en solo las 8 reducciones que estaban establecidas sobre la costa del río Paraná.
Hábito local. Es interesante preguntarse por qué no llegó el hábito del consumo a Europa. Toda esta estructura de producción se orientaba exclusivamente al consumo regional. Y en nuestro caso en particular el último registro de 1999 indica que existían 145.000 hectáreas plantadas de yerbatales.

En 1763, un tal abate Pernetty hace una crónica de la época y describe: "...los españoles de Montevideo son muy ociosos, ellos no se ocupan más que de conversar juntos, tomar mate y fumar un cigarro...". Ciertamente, una descripción que, quiero creer, no se debe haber ajustado a la realidad...(disculpe el lector mi falta de coraje...). O quizás la cosa tenga que ver con el pensamiento de Maquiavelo: Ognuno vede quel che tu pari: pochi sentono quel che tu sei (Todos ven lo que aparentas: pocos advierten lo que tú eres).
Buque escuela. Uruguay tiene un buque escuela que se llama Capitán Miranda, que suele realizar un periplo por el mundo que le insume unos 225 días. En los registros de 1999 consta que cargaron para 82 tripulantes 400 kilos de dulce de leche y 1000 kilos de yerba, entre muchas otras cosas. Seguramente los guardiamarinas orientales matearon de lo lindo.
Continuará. No hay caso, por más esfuerzo que uno haga, el tema del mate, si lo quiere tratar en serio, hay que hacerlo por partes, porque fíjese, historias van, historias vienen, y todavía ni siquiera hemos puesto a calentar el agua, así que la seguimos en la próxima. De todas formas no se aleje mucho de la columna, arrime su banquito aquí a la matera, caliente un poco sus manos en el rescoldo donde está la pava, váyase comiendo una torta frita, que en una semana la seguimos.
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